domingo, 27 de abril de 2008

En todas partes cuecen habas

Ayer Erica me presentó a una amiga suya que está viviendo en Bélgica. Su madre es belga y como no le gustaba la carrera en Madrid decidió venirse aquí, error. Aquí está aún peor. Aquí es muy fácil estar mal. Me consuela ver que no soy un bicho tan raro. Ella tampoco había conocido a nadie y no se sentía muy identificada con la gente de aquí. Al menos los dimos los teléfonos por si queremos hacer salir a ver algo cualquier día, balance positivo de la cena.

Ella se tenía que marchar pronto porque no vive en Bruselas y la tenían que recoger, pero Erica y yo decidimos ir a dar una vuelta por los bares a ver si había o no ambiente. Eran casi todo bares con música y mesas para estar tomando algo o dentro del bar o en la terraza (¡¡qué buen tiempo está haciendo!!), pero apalancarnos no entraba dentro de nuestros planes, más que nada porque luego había que venir hasta Charleroi conduciendo y no era plan de tomar unas copas. Así que continuamos la búsqueda. Los bares del ambiente eran los más concurridos, pero nos asomamos y sólo había tíos y nos acabó dando un poco de corte.

Cuando pensábamos que ya no encontraríamos nada vimos un bar que se llamaba "Salsa" del que salía un ritmillo a regetton a toda caña, y como no se veían mesas dijimos, pues a ver qué tal se está aquí. Aunque la música no fuera la ideal lo acabamos pasando bien, y además luego empezaron a poner house bailable, por lo que la cosa mejoró un poco. Fue brutal cuando acabaron poniendo el Bamboleiro y el Volare y la gente se volvió loca... Lo cierto es que creo que belgas había más bien poquitos, los de al lado nuestro eran españoles y por el aspecto de la gente había un gran número de cubanos y demás latinoamericanos.

Después de dos horas decidimos levantar el vuelo porque aún nos quedaba casi una hora de coche y estábamos cansandas. Hay que decir que la tarde fue movida... nos levantamos tarde para ir de tiendas y luego de fiesta y cuando salimos a buscar el coche resulta que tenía una rueda pinchada (no entiendo cómo se incrustó un tornillo en ella), así que tuve que pedir ayuda a un vecino de mi casa para que la cambiara -Erica y yo no somos muy buenas con la mecánica- y luego ir a buscar un taller mecánico a ver si había suerte y me arreglaba la rueda. Y sí hubo suerte, media hora y 100€ después ya estábamos listas para marcharnos, aunque entonces ya habían cerrado todas las tiendas, snif snif. Veamos el lado bueno de las cosas, no tuve que tragarme todas las tiendas de discos y comics de Erica y al final pude salir de fiesta por primera vez desde que llegué.

1 comentario:

José Ramón Grela dijo...

jojojo No se porque me da que las tiendas de discos y cómics te las vas a tragar igual...